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Soy como un bicho inquieto ansioso de aprender, aprender y aprender...

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9/02/2011

Capítulo VII: Cheslav continua su espera

Cheslav necesitaba fumarse un cigarrillo, llevaba media mañana esperando. La desesperación por inspirar e expirar nicotina no  dejaba en paz su mente Su temor y su humor se agriaban por minutos. Estaba cansado, había dormido muy poco. La cita con Igoriok no le había permitido descansar lo suficiente pero, lo peor era haber extraviado  uno de los monederos y ver como se lo llevaba aquella zorra.  No podía arriesgarse a salir de la estación, no podía despistarse un solo instante, tenía que recuperar ese monedero antes de que Igoriok se enterase. De momento el chovo y el chiqui no habían dicho nada, esperaban impacientes en el garaje a que él llegara con la parte del lote perdido.  Igoriok  no aparecería por el garaje hasta bien entrada la tarde. Disponía de pocas horas para recuperar el monedero y depositarlo junto con todo el paquete, si Igoriok se enteraba de que habían perdido uno de los monederos y no lo habían recuperado se lo haría pagar muy caro. Cheslav se preguntaba que haría Igoriok con todos aquellos monederos baratijas de procedencia China. Él conocía los ambientes en que se movía Igoriok, los negocios a que se dedicaba y no le encajaba entre ellos la venta a inmigrantes manteros de mercancías  para ser revendidas, eso no proporcionaba las cantidades de dinero que movían a Igoriok.  Tal vez su amigo hubiese abierto una nueva línea en sus negocios que él desconociera, lo extraño  de todo es que no les había querido decir porque era importante que todos los monederos baratija llegaran al lugar acordado y no faltase ninguno. A lo mejor solo les dijo eso para que fuesen cuidadosos con su encargo. Ahora debería estar descansando junto a  Halyna, Mariya, o cualquiera de las chicas de La Pantera Rosa, y en vez de eso,  estaba esperando a una zorra desconocida, a la cual  odiaba con toda su alma,  para hacerla entregar uno de los monederos de Igoriok. Ya no se le escaparía más veces, si hacía falta la mataría. Mientras Cheslav se entregaba a sus pensamientos, los trenes pasaban cada muy poco tiempo, pero en ninguno viajaba su presa.
Aquella mañana su jefe, les dijo que tenían que ir a un polígono de las afueras de Madrid, concretamente a una gran nave donde unos chinos trabajaban afanosamente, empaquetando ropa. Cheslav, el chovo y el chiqui llegaron a la  puerta de la nave a las ocho y media, hora acordada por Igoriok para recoger cierta mercancía. Un chino robusto, con pelo rapado y cara de pocos amigos salió de dentro de la nave, se plantó delante de la puerta y se dirigió a ellos en tono amenazador.
- Ustedes, ¿Qué quelel?- preguntó sin apartarse de la puerta.
- Los cristales brillan en el piel de luisa- respondió Cheslav al chino, aquella era la contraseña para que el chino supiese quienes eran y que tenían que entregarles.
El chino les hizo un ademán con la mano para que le siguiesen. Entraron dentro de la nave, ésta era inmensa, dentro habría unas cien personas o más, al menos ese fue el cálculo de Cheslav, que trabajaban como poseídas por el diablo, ni siquiera levantaban la vista de su tarea al pasar a su lado, no respiraban, no hablaban, solo el atronador ruido de las máquinas funcionando al unísono rompía aquella cadena de silencio humano.
El chino les guió entre una hilera de mujeres chinas que se afanaban en ribetear mochilas con un borde rojo, eran falsificaciones de una conocida marca del mercado. Todo aquello era nuevo para Cheslav y sus compañeros. El chino los condujo por unas escaleras metálicas hacia la planta de arriba, allí habría al menos otras cientos de personas colocando material en pales industriales, mientras otras los enrollaban en plásticos, los preparaban para salir en camiones y ser repartidos en el mercado o donde fuera. Recorrieron la planta entera hasta que llegaron a cuartito, allí el chino, les señaló con el dedo diez cajas de cartón. Se agachó las abrió, metió la mano, y sacó un monedero blanco de colorines, – Louis Vuitton, muy bueno, muy calo en calle, muy buena mercancía- dijo mientras lo mostraba a Cheslav y sus dos colegas. Cheslav asintió con la cabeza, el chino devolvió el monedero a la caja, se asomó y con un gesto llamó a uno de los empleados de la nave. Habló con él una palabras en chino, después se dirigió a Cheslav . - El bajal su melcancia a muelle, ustedes pueden calgal allí melcancia, ya todo acoldado con su jefel- le dijo mientras les invitaba a salir de aquel cuartito. Regresaron al punto de partida, el chino salió con ellos a la calle y les dio las indicaciones para aparcar en el muelle su furgoneta y allí cargar los monederos. Cheslav, el chovo y el chiqui se montaron en la furgoneta, acularon en el muelle más bajo y allí unos cuantos chinos les ayudaron a meter dentro la mercancía.
Se montaron en la furgoneta, arrancó,Cheslav metió la primera, pero  de repente paró el motor .
- ¿Qué haces tío?- recriminó el chovo a Cheslav.
-No hemos mirado lo que llevan las cajas ¿ Y si los chinos de mierda nos han engañado y  nos dan gato por liebre?- respondío desconfiado Cheslav mientras se bajaba de la furgoneta- ¡Abajo todo el mundo! Vamos a echar un vistazo a las cajas!- ordenó.
Mientras el chovo y el chiqui bajaban de mala gana, Cheslav  ya se encontraba en la parte trasera desprecintando las cajas que les habían entregado los chinos. Abrieron una por una. Comprobaron que todas contenían los mismos monederos, unos en negro y otros en blanco pero con los mismos dibujitos. Volvieron a colocar las cajas y las cerraron como pudieron. Se pusieron en marcha sin percatarse que uno de los monederos se había quedado en el suelo de la furgoneta…

8/24/2011

CAPITULO VI: Los presentimientos de Demi

Alargué la mano, tomé el monedero y agradecí al camarero su gesto. El monedero parecía querer jugar conmigo. Lo acaricié, sentí su suavidad, lo miré y en un arrebato lo tiré a la primera papelera que encontré. Continué mi camino. Un ataque de pánico y remordimiento me hizo retroceder, me dí la vuelta lo más deprisa que pude, estaba dispuesta a recuperar el monedero de la papelera. Suspiré aliviada, allí estaba intacto esperándome.
-Estás tan nuevo y tan perdido como yo- le dije  al monedero de Louis Vuitton como si fuese mi mascota - ¿Juegas conmigo o tienes algo que contarme?-  le pregunté a un trozo de piel cosida, nacida en el seno de una gran marca. Una pareja de jubilados que pasaron me observaron unos segundos sin  mostrar extrañeza alguna. Recordé que había quedado en el centro con mi amigo Javier,  guardé de nuevo el monedero en el bolso, pero esta vez me aseguré de que cayera bien al fondo. 
Seguro que su dueña ya habría denunciado su pérdida en comisaría, se trataba de un ejemplar de colección caro y solo con recuperarlo aunque fuese vacío, merecía la pena.
Continué mi camino hacia el metro pero antes de llegar opté por  acercarme al centro en autobús, seguro que alguno de los que por allí paraban me dejarían en Plaza España, Gran Vía, Sol ect…Cualquier calle cercana a la fnac era válida, así pasearía un  poco por el centro de Madrid y de paso evitaría toparme con el tipo que me asaltó en el metro. Noté de  nuevo ese aliento agrio con un espeso olor a tabaco en mi nuca.  Una corazonada desde mi interior me susurraba agitada que, aquel tipo me buscaría, sentía que el peligro me acechaba. Agarré mi bolso con más fuerza,  y caminé más aprisa hacía una marquesina de autobuses  que se encontraba a pocos metros.
Entre las líneas que paraban estaba la número tres que me dejaba una de sus paradas en la Puerta del Sol. Me encontraba de  nuevo esperando el autobús; un autobús que evitaría el mal trago de tener que viajar en metro. Mi cabeza hervía, estaba hecha un  verdadero lío con lo acontecido en ese pedacito de día, no bastaba con la cantidad de problemas que me rondaban desde hace tiempo que, además tenía el pálpito  de que el dichoso monedero me había metido en un buen lío. Menos mal que contaba con Javier, él seguramente me guiaba hacia la opción más acertada, no había otro como él a la hora de facilitarte las cosas. Su visión de la vida era tan optimista que contagiaba a todo aquel que abrazaba con su amistad. Realmente ya quedábamos muy pocos amigos del grupo de adolescentes, tan pocos que, se podían contar con los dedos de una mano. Javier era especial, tal vez mi madre tuviese razón, tal vez debí enamorarme de él, seguramente que ahora era una mujer felizmente casada, con dos niños, un chalet, dos coches y un perro. Imaginarme  a mí  de esa guisa, con tantas obligaciones a mi cargo fue una jugarreta de mi inconsciente,  se trataba de una de esas socorrida fantasía fruto del estrés que uno lleva dentro ; fantasía que despiertaba con más fuerza los deseos de seguir anclada al mundo escogido, ese que te identifica y al que perteneces.
El autobús llegó abarrotado de gente. Tuve la esperanza de que se bajaran todos en aquella concurrida parada, pero no fue así, no solo no bajó nadie, sino que subimos unos siete más y yo la última. Tuve que estrujar a la señora que se encontraba  delante de mí,  para que el conductor pudiese cerrar las puertas, el hombre lo tanteó pero, como no pudo, nos invitó a  bajar a los tres últimos que habíamos subido. La señora me miró con gesto de rabia como si yo hubiese tenido la culpa de que el conductor nos dijese, eso sí con no muy buenos modales, que nos apeásemos para esperar al siguiente autobús. De nuevo la espera, pero esta vez con una mujer al lado que parecía que me estaba perdonando la vida.
- Ahora a ver cuando viene el autobús. ¡Anda que no tarda ná en venir a estas horas!- nos apuntó el tercer desahuciado del autobús de la línea tres, se trataba de un hombre de unos sesenta años, con aspecto cansado y algo tosco en sus formas- ¡Anda que se lo ha pensao el tío-.hablaba y hablaba con nadie.
Me sumergí de nuevo en mis pensamientos analizando todo lo que me sugería el monedero especialmente me preguntaba  por su contenido, imaginaba que tal vez estuviera repleto de billetes de 500 euros, y por eso el tipo ese intentó hacerse con él. No creía yo que tuviese ese suerte de encontrarme un monedero caro y cargado de euros sin tener problemas. Mi corazón me dio un vuelco solo de pensar que pudiera tratarse de una buena tajada de dinero, sería un dilema para mí- ¡Con la falta que me hacía a m el dinero! ¿Podría devolverlo?- me dije para mi interior que sería mejor que  solo encontrase en su interior unas cuantas tarjetas de crédito y evitar la tentación del efectivo. Al menos pensaba que debería devolverlo, a lo mejor me daban una recompensa, aunque creo que eso solo pasa en las películas, además ¿A quién se lo iba a devolver? ¿A su dueña o dueño o la policía? De repente pasé de sentirme como  el conejo de Alicia en el País de las maravillas, a ser la protagonista del cuento de la lechera. La voz del hombre mayor me sacó de mis conjeturas.
-¡Vaya, ha tardado poco en venir otro! ¡Y este viene medio vacío!-
Me puse en fila detrás de la señora, que ya estaba algo más sonriente. Subí al autobús, me senté al lado de una ventanilla…Iba a encontrarme con Javier y a resolver el enigma del misterioso monedero…

8/16/2011

CAPÍTULO V: Cheslov , Igoriok y los negocios

Cheslav estaba furioso, no podía alejar la imagen de esa mujer de su cabeza, la recordaba perfectamente – La muy zorra ha conseguido zafarse de mí con un spray antivioladores, ¿Quien se iba a imaginar que llevara un artilugio de esos en su bolso?- pensó, mientras esperaba el metro en la  estación de Aluche. Llevaba toda la mañana recorriendo la línea diez de metro, tarde o temprano aparecería la zorra que llevaba el monedero.  Sus años  de adiestramiento en el ejército ruso le habían servido para no dejarse ir de las manos una situación como aquella, era capaz de controlar a todas las personas que transitaban por  los andenes en ambos sentidos, a los viajeros que  iban montados en los metros que llegaban y observaba detenidamente los que subían y bajaban. La imagen de esa mujer estaba latente en todo momento. Un nuevo tren se detuvo. Cheslov batió el terreno con sus penetrantes y fríos ojos azules en pocos minutos, ella no viajaba en él. Dejó pasar este tren.
 -Era guapa la muy zorra.- pensó- y muy lista…Solo ha cometido un error: coger algo que no le pertenece y…no devolverlo a tiempo-. Se sentó en uno de los bancos a esperar el próximo tren. – Al menos no se lo ha devuelto al policía, si no lo hubiese cogido el  problema hubiese sido  mayor cuando Igoriok se enterase de la pérdida de uno de los monederos del lote.-Cheslov estaba acostumbrado a los ataques de sus adversarios, pero nunca alguien tan insignificante  le había derrotado tan fácilmente, incluso cuando sirvió en la unidad militar rusa de Alagorka  y  participó en la guerra contra Georgia. Abandonó el ejército  para venir a España cuando su amigo Igoriok le mandó llamar para trabajar junto a él en sus negocios. – Si Igoriok hubiese visto a la zorrita seguro que además del monedero se hubiese quedado con ella, sería una buena zorra en cualquiera de los locales de su amigo.– se dijo para sí mismo sonriendo maliciosamente mientras esperaba impaciente que nuevamente esa mujer se cruzase en su camino.
Aquella mañana Cheslov acompañado de “el chiqui” y Toni “el chovo” habían quedado temprano en el garaje donde Igoriok se reunía cuando el trabajo lo requería. Igoriok le había llamado la noche anterior al Club Pantera Rosa, un club de alterne  que regentaba Cheslov en nombre de su jefe.
- ¡Hola, amigo Cheslov! ¿Qué tal va la noche por la Pantera, algún problema con las chicas o con los clientes?- preguntó Igoriok en un tono que tranquilizó a Cheslov,  quien conocía muy bien a su camarada. Cheslov sabía que había mucho dinero en juego cada vez que Igoriok se mostraba jovial y amable.
- ¡¡¡Igoriok!!! Todo marcha bien, no hay problemas. Las chicas trabajan muy bien y la  caja no deja de abrirse y cerrarse.-contestó Cheslov mostrando alegría a su amigo.
-Cheslov, mañana hay reunión en el garaje a las ocho de la mañana. Llama al Chiqui  y al chovo para que vayan contigo.-
- De acuerdo Igoriok, allí estaremos.-
- Entonces mañana allí os veré a los tres. Adiós Cheslov.-
. Adiós Igoroik.- Se despidió Cheslov.
El garaje donde Igoriok cerraba sus negocios era un local viejo que, algún día debió de usarse como taller mecánico. En su interior se respiraba un aire enmohecido  y lóbrego.  Tiradas por el suelo viejas herramienta roídas por la herrumbre  descansaban junto a grandes manchas de líquidos oleosos enquistados en el suelo. Al fondo se vislumbrada una robusta puerta de madera cerrada, que  en su momento debió de acoger la antigua oficina del taller, ahora convertida en el despacho de Igoriok. Su jefe había convertido aquella oficina en un lugar de culto al dinero. Tras una ostentosa mesa de madera maciza escondida en la pared una gran caja fuerte se ocultaba tras la pintura de una bella mujer de otro siglo. Se trataba de un gran cuadro  robado de un famoso museo por unos clientes de Igoriok  que, como pago por ciertos servicios le regalaron esa obra de arte muy cotizada en el mercado negro del negocio del arte.
A la hora acordada, Cheslov y sus dos compañeros estaban llamando a la puerta del garaje. Unos ojos se asomaron por la rendija del correo. Los chillido de un roñoso cerrojo les indicó que la puerta estaba abierta. Al otro lado de la puerta Gosha, el hermano de Igoriok esperaba paciente su entrada para cerrar de nuevo aquella vieja puerta. Saludó a sus camaradas y les guió hasta la puerta del despacho de Igoriok.
Gosha era el único hermano de Igoriok. Gosha era más joven que su  hermano. Desde pequeños siempre anduvieron juntos en asuntos turbios para sobrevivir. Sus padres murieron muy jóvenes, ellos se criaron en diferentes centros de huérfanos de Moscú. Cuando los  consideraron suficientemente mayores como para dejar que el mundo cuidara de ellos los pusieron en la calle. Se encontraron solos, sin casa, sin comida. Nunca tuvieron un referente en la vida. Pronto la delincuencia fue su única salida para sobrevivir, desde entonces habían pasado muchos años y ahora Igoriok dirigía un gran negocio. Su hermano Gosha era su única familia y su mano derecha en todos sus asuntos.
Gosha les abrió la puerta del despacho. Igoriok esperaba recostado en su gran sillón de cuero tras la su mesa de madera…

AVENTURAS DE UNA DIRECTORA DE HOGAR

AVENTURA CERO: PRESENTACIÓN
Ustedes se preguntarán ¿Qué eso de directora de hogar? Pues es el cultismo que dignifica el trabajo duro del ama de casa, un trabajo que esta sociedad tan moderna deja a un lado y lo ningunea como si fuese tan fácil... ¿Acaso no es la mujer de la casa, quién dirige el hogar y la  familia? ¿No es en la mayoría de los casos el patrón del barco?...
Herramientas de trabajo 
El día a día de una directora de hogar es muy duro, no precisa de curriculum, pero se exige una alta capacidad de dedicación y por supuesto es exigible que la mujer  sea polifacética,  a ser posible que esté formada y si no lo está ha de formarse  rapidito  con la práctica: entre las tareas más amenas está la plancha, la cocina, limpiar la mierda que dejan los demás, colocar todos los días las misma cosas,  pensar lo que quieren los demás,   tiene que saber como funcionan todos los electrodomésticos, llevar las cuentas de la casa, relaciones públicas con la familia y en el colegio de los niños,  también es pediatra, enfermera,  psicóloga, peluquera, costurera, transportista, niñera, profesora, arbitro ...ect, ect. Si además quiere salir un poco de esa rutina y  quiere desconectar con algún hobby tiene que sacar ese tiempo sin descuidar el resto de sus importantes tareas…
La directora de hogar es una pieza clave en muchos de los hogares…
Yo como directora de hogar, tengo a mi cargo además del espacio físico donde  coexistimos , un marido y dos hijos y por supuesto no  me escapo de ninguna de estas obligaciones; obligaciones que no se estipula  en ningún contrato pero son innatas a las mujeres que se quedan a trabajar en sus casas y cuidar a sus niños…el día a día es duro y eso es lo quiero contarles…
Como bien he dicho antes, soy una mujer joven, me llamo Angelines, tengo pareja  de muchos años y   dos hijos. Si les digo la verdad, ya me avisó mi madre cuando me decía muy seria: "si yo volviera atrás, ni me casaba, ni tenía hijos"o " "No tengas prisa por casarte que te vas a hartar" o "no sabes lo  pronto que se harta una..ya, ya me lo dirás". Entonces la escuchaba y pensaba que no quería que me fuera de casa, pues yo soy la pequeña de tres hermanos, pero ¡Dios mio!¡Cuánto me acuerdo de sus palabras!¡Qué razón tenía!...
Ya es muy tarde,  hoy ha sido un día de fiesta, en mi casa particularmente se podría bautizar como el día de San Driver...pero... eso  mejor se lo cuento mañana...


8/08/2011

CAPÍTULO IV: la cafetería y la suerte

Respiré tranquila. Cerré los ojos. Inspiré y expiré intentando evitar la ansiedad que me producían los acontecimientos de la mañana. Reconocí una voz ronca que  me sacó de aquella sesión auto-relajante. El amable señor que me había dado la oportunidad de ser entrevistada estaba allí pidiendo al camarero un café con leche. Con las prisas y los nervios apenas me fijé en él, se trataba de un hombre bastante atractivo de unos cuarenta y tantos, mas bien cercano a los cincuenta, su pelo entrecano le daba un aire galante y un gran atractivo, vestía  un  traje, seguramente de marca y muy caro pues,  le sentaba a la perfección.  El hombre se percató de mi presencia, su mirada se cruzó con la mía, yo le sonreí y el me correspondió del mismo modo. El camarero charlaba amigablemente con él, mientras le servía el café que había pedido. El hombre echó el azúcar en el café, lo removió, volvió hacia mí su mirada de nuevo, le dijo algo al camarero, sacó su cartera de la chaqueta, pagó, tomó su café y se dirigió hacia el lugar donde yo estaba sentada con el desayuno delante. Se acercó con su taza de café en la mano y se dirigió a mí.
-Buenos días y hola de  nuevo. Hoy es un día para encontrarnos. Se ha marchado usted de la entrevista sin decir adiós…-  dijo amablemente.
- Hola, buenos días. Si le contara como he salido de la entrevista con su compañera…- respondí yo con la mejor de mis sonrisas - Pero siéntese si quiere-  continué diciéndole mientras le invitaba medio resignada a departir con un desconocido y medio aliviada por no tener que estar sola.
-¡Ah! Muchas gracias, pero…¿No esperará usted a nadie?…No me gustaría molestarla-  respondió  de forma muy educada.
- No se preocupe, no espero a nadie,  no molesta, tal vez me venga hasta bien para evadirme un poco del día que llevo.-
El hombre depositó su café en la mesa, se quitó la chaqueta, la colocó cuidadosamente en el resplado  de la silla y se sentó frente a mí.
-  Soy Pedro Garrido, uno de los directores generales de la asesoría- .se presentó,  mientras me ofrecía su mano.
- Yo me llamo Demi Álvarez Vidal, encantada-dije mientras nos saludábamos dándonos la mano.
El monedero de Louis Vuitton reposaba en la mesa junto a mi tostada. Lo acaba de soltar para darle la mano a ese hombre llamado Pedro, que encima era nada más y nada menos que el mandamás de esa afamada asesoría. No todo podía ir mal aquel día.
El llamativo monedero no pasó inadvertido para alguien acostumbrado a ver esas piezas de diseño en su vida cotidiana.
- Bonito y buen monedero el que tiene sobre la mesa, puede guardarlo tranquila, su desayuno está pagado- me dijo.
-Muchas gracias, no tenía porque haberse molestado- respondí. Tomé el monedero de la mesa, lo acaricié y lo puse sobre el bolso.- le agradezco mucho que se haya intercedido por mí para no perder la entrevista, si no hubiese sido por usted seguramente ahora estaría de camino a casa lamentando mi mala suerte…- tomé un sorbo de café y continué- Pero  por lo menos pude intentarlo…aunque…bueno…-
- He de decirle que el resto de aspirantes continúan en la Sala en manos de Aurora. Aunque eso no quiere decir que alguno vaya a conseguir el puesto- dijo Pedro mientras movía su café- y ¿Porqué dice usted que pudo intentarlo y bueno?- preguntó un poco asombrado.
-Bueno…Verá mi suerte y mi gozo en un pozo, por que resulta que he acabado de escribir unas letras que esa señora llamada Aurora nos ha pedido y como soy un despiste, llegaba tarde, estresada y como las locas, se me olvidó apagar el móvil. Imagínese…me han llamado al móvil en ese momento…El resto es de suponer. Me ha fulminado con la mirada y me ha invitado a terminar la entrevista de forma muy educada. He salido corriendo. He visto esta cafetería y he pensado que lo mejor sería tomar un buen desayuno, relajarme y de momento no pensar más en todo ello…- respondí mientras daba buena cuenta de mi deliciosa tostada.
Pedro me miraba como si supiera todo esto que le estaba contando ya.
- Ya no quema- me dijo tras tomar un sorbo de su café- Mire señorita o señora Demi, vamos a arreglar esta desatinada mañana…- sacó un bolígrafo del interior de su chaqueta- ¿No tendrá un papel por casualidad?- me preguntó.
- Sí, siempre llevo una agenda- le dije con una sonrisa. Rebusqué en el interior del bolso la pequeña agenda que siempre llevaba. La encontré, arranqué una hoja y se la entregué. Apuntó algo y me entregó la hoja con un número de teléfono y el nombre de un despacho de abogados: Serrano & Reinosa abogados.
- La próxima semana llame a este número de teléfono que le ha apuntado, pregunte por el señor De Val Reinosa. Dígale que le manda Pedro Garrido de VISARFRAN. Necesitan una secretaria- me dijo mientras me entregaba la hoja. Había apuntado un número de teléfono, el nombre de lo que debía ser un despacho de abogados: Serrano & Reinosa Abogados y por quien debía preguntar.
- Gracias. No se que decirle…- fue mi respuesta a su interés por mí.
- No hace falta que me diga nada. A veces a los jefazos nos aflora ese corazoncito humano que llevamos dentro y recordamos que una vez o mil veces fuimos aspirantes a un puesto de trabajo…Gracias a usted por compartir su desayuno con un desconocido-  respondió a mi agradecimiento- Bueno, ha sido un placer conocerla, señorita Demi Vidal,  he de irme, el trabajo me espera. Le  deseo mucha suerte y espero verla por el despacho de mis colegas.- Pedro Garrido se levantó me dio la mano, cruzó la puerta de la cafetería y se encaminó hacia la asesoría.
Aquello no le podía estar pasando a Demi Álvarez. Entre la suerte y yo no había mucho conexión, huíamos la una de la otra. Una tercera oportunidad para un buen trabajo. No me lo podía creer. Estaba subida en una nube. Coloqué  la nota en la agenda y ésta la guardé en el bolso. Me levanté de la mesa, sacudí mi pantalón para estirar las arrugas marcadas al sentarme y me dirigí hacia la puerta. Cuando salí de aquella cafetería, el aire me parecía más  fresco y la ciudad maravillosa.
-Oíga!!! Oíga señorita!!!- sentí que alguien se acercaba voceando tras de mí.
Me detuve, me volví y  ví como uno de los camareros de la cafetería me llamaba y corría hasta que me alcanzó.
- Gracias a Dios que la pillo. Esto se le ha caído cuando se ha levantado- me dijo jadeando, a la vez que me mostraba el objeto. El corazón me dio un vuelco…Era el monedero de Louis Vuitton…




7/31/2011

Capítulo III: Javier y demás sorpresas

Comencé a sentir el fracaso de la entrevista. Pensé en llamar a la puerta, disculparme y aprovechar para pedir permiso y regresar de nuevo al grupo de entrevistados.  Finalmente decidí avanzar por aquel largo pasillo y me marcharme de aquel lugar.
Llamé al ascensor. Me encontraba estresada y mentalmente agotada. Bajé a la planta baja, saludé educadamente al portero y salí a la calle. Me dirigí hacía una cafetería situada enfrente del edificio de oficinas. Crucé la calle cuando no venía ningún coche, sin esperar las órdenes del semáforo como era habitual en mí y entré en aquel local.
Observé varias mesas  libres al fondo, alejadas de la barra. Me sentaría allí, aquel era el momento perfecto para averiguar el contenido de aquella cartera de Louis Vuitton. Esperé en la barra a ser atendida por uno de los camareros.
- Buenos días. ¿Qué desea tomar? – Me preguntó un joven camarero mientras limpiaba afanosamente la barra.
- Hola. Buenos días. Un café descafeinado de máquina con leche y,  una tostada con aceite y tomate. Gracias- le respondí.
- ¿Se lo sirvo en la barra o quiere sentarse en alguna de nuestras mesas?- volvió a preguntarme el joven camarero.
- Me sentaré en aquella mesa del fondo- le indiqué señalando una mesa muy recogidita, situada al fondo en un rincón, alejada de la gente que estaba en la barra y de las ventanas de la cafetería restaurante. -¿Me lo sirve usted o me lo llevo yo?- pregunté.
- No se preocupe, yo se lo llevo ahora mismo- Se volvió hacia la cafetera, limpió uno de los filtros del café, lo rellenó y gritó- ¡Tostada españolaaaaa…!-
Ya sentada en la mesa, al estrés y el cansancio mental se sumó una tensa euforia producto de la impaciencia, el temor y el descanso por averiguar que escondía en su interior aquella cartera que había arruinado parte de mi mañana.
Dudaba si lanzarme inmediatamente a su búsqueda en mi bolso o esperar a que el camarero me sirviera. Decidí esperar. Mientras tanto tomé el teléfono móvil y averigué  quien me había llamado minutos antes. Una vez desbloqueado, saltó la llamada perdida que había puesto fin a mi entrevista, se trataba de mi amigo Javier.
Javier era mi amigo desde la infancia. Era de esas personas que forman parte de tu yo, que aparecen siempre en el momento en que los necesitas. El amigo incondicional, el de los buenos y los  malos momentos. El amigo entre los amigos,  el que nunca te abandona. El joven con el que sueñan todas las madres para sus hijas, de hecho mi madre siempre me preguntaba muy interesada por su vida.
- ¿Se ha casado Javier?- era lo primero que preguntaba tras saludarme.
- Noo…Si ya lo sabes… ¿Para qué preguntas? Si se hubiese casado o tuviese una novia tú serías la primera en enterarte- con mi respuesta ella respiraba aliviada.
Observé al camarero que se acercaba con mi suculento desayuno en una bandeja. Llegó hasta mi mesa con una amable sonrisa.
- Bueno, aquí tiene un descafeinado con leche y una tostada española. Gracias y buen provecho- apuntaba a la vez que iba depositando el pedido en la mesa. 
-Gracias- le agradecí, devolviéndole la sonrisa. Se dio media vuelta y se marchó hacia la barra.
Dudé por un momento entre llamar a Javier o ponerme manos a la obra con el monedero. Rebusqué de nuevo en el bolso, tomé el Vuitton. Decidí llamarle antes de abrir aquel carísimo monedero.
- ¡Dime!- contestó la grave voz de Javier al otro lado del teléfono.
- ¡Hola Javi! ¿Querías decirme algo muy importante o tan solo querías arruinar mi entrevista de trabajo?- jugueteaba con el monedero mientras esperaba su respuesta.
- ¿Arruinar tu entrevista de trabajo…Yo? – preguntó con extrañeza.
- Sí, lo que has oído, justamente has llamado cuando una tía áspera como el esparto, había consentido ante su jefazo para que yo me incorporara a una de esas entrevistas psicológicas en grupo- expliqué- y justo cuando estaba allí dentro esperando el siguiente paso…¡Tiruriruriruri…Tirurirurirurí…!Tú llamando!. La mujer se ha mosqueado con esta segunda interrupción e imagina el resto…- concluí.
- Lo siento, pero esa tía no sabe lo que se pierde- se disculpó Javier.
- Bueno, entonces ¿Que querías?-le pregunté.
- Pues saber que tal te había ido en la entrevista…Se supone que ya deberías haber salido ¿No?- dijo lleno de razones.
- La verdad es esa, pero es que menuda mañanita llevo- apunté  entre suspiros.
-¿Y eso, qué te ha pasado?-preguntó extrañado.
- Pues mira, el destino se ha confabulado contra mí en el día de hoy, tal vez no debería haber salido de casa. Primero el ascensor me ha llevado de turismo por el edificio. Luego un tío cortándose las uñas en el autobús y las uñas saltando a diestro y siniestro…- se escucharon las carcajadas de Javier al otro lado.- Después un guardia me ha encasquetado un monedero de diseño de Louis Vuitton, como iba con prisas lo he guardado y en le metro un tío me ha sacado del vagón y por poco me mata por el dichoso monedero, menos mal que me he librado y después me echan de la entrevista de trabajo después de conseguir que me dieran una segunda oportunidad tras llegar casi tres cuartos de hora tarde…- le conté un tanto decepcionada a mi amigo, que ni respiraba al otro lado del teléfono.
-Oye ¿por qué no quedamos para comer y me enseñas el monedero ese? Me puedes esperar, lo miramos y vemos que hacemos con él ¿Te parece?- propuso Javier- Mira, yo estoy ahora en el trabajo, ya sabes que no estoy muy lejos de ahí,  quedamos en el Vips de la Gran Vía, comemos y pensamos…¿Ok?- sugirió Javier con esa naturalidad que le caracterizaba.
- Bueno, de acuerdo, en cuanto me tome el desayuno que tengo delante de mí salgo para la Gran Vía, me daré una vuelta por la Fnac y a las tres en la puerta del Vips- confirmé la cita- Chao, nos vemos- me despedí.
- Hasta luego, un beso- me dijo Javier. A continuación el silencio se adueñó de la línea de mi móvil, colgué y lo guardé en el bolso.
Tomé el monedero, lo acaricié, y sentí que era de piel buena, el logotipo de la marca también parecía auténtico.Me atreví y lo abrí. De repente un escalofrío recorrió mi espalda al recordar de nuevo el aliento del tipo que me había atacado en el metro. El miedo se apoderó de nuevo de mí. Recorrí con la mirada todos los rincones de la cafetería. Observé a los clientes uno por uno, por si acaso, el tipo eso había dado conmigo. Respiré tranquila, por suerte todos eran verdaderos desconocidos.

7/02/2011

Capítulo II. El mondero, el vagón y la entrevista

Dentro del vagón del metro no quedaba ni un solo sitio libre, me quedé de pie, agarrada a una de las barras verticales cercanas a la puerta de entrada,  justo enfrente de un plano del metro, me puse a contar las estaciones que me quedaban para llegar hasta Alonso Martinez, exactamente tenía aún un buen rato por delante, pensé de nuevo en el monedero, pero decidí no sacarlo del bolso, no quería que la gente que iba en el vagón sin entretenerse en nada se centrara en mí y en el dichoso monedero, además si era tan caro como parecía llamaría mucho la atención. Recordé entonces cuando estudiaba y tenía que ir a la facultad en metro todos los días, hacía mucho tiempo de eso ya, o al menos eso me parecía a mí, fue una etapa extraordinaria en mi vida, por ello, en cualquier reunión familiar o de amigos aprovechaba para animar a todo aquel que no hubiese vivido la experiencia universitaria, que la viviera. La cinta de metro monotono avisó a los viajeros de la línea diez de metro de la llegada a la estación de Principe Pío, sentí un fuerte empujón que me sacó del vagón del metro envuelta entre los viajeros que salían, me alejaba más y más entre la marabunta , así que no pude volver a entrar, mi deseperación iba en aumento, pensaba que no llegaría nunca a esa maldita entrevista, todo se confabulaba en mi contra para que no llegase, conseguí separarme de ese gentío e intenté volverme para acercarme al andén, noté  que alguien me seguía muy de cerca, casi podía sentir su  aliento en mi nuca, en ese momento me di cuenta que algo no iba bien, el miedo no me dejaba pensar con claridad, eso era casualidad, quería ver algo normal en mi brusca salida del vagón del metro y también en esa persona que me empujaba lejos del andén...de repente escuché  una voz al oído en tono bajo pero amenazante -¡Dame eso que no es tuyo!- en ese momento, estaba tan bloqueada que no sabía a que se refería, me quedé  paralizada por el terror, apenas podía balbucear unos sonidos que no entendía ni yo, de nuevo esa voz masculina volvió a hacerse oír, esta vez con más contundencia- ¡Mira niñata, dame eso que no es tuyo, sabes perfectamente a que me refiero!..¡Vamos rápido!- En ese momento me di cuenta de que ese desconocido me pedía el Louis Vuitton...Sin responderle me puse a rebuscar nerviosamente en aquel enorme bolso que llevaba sin encontrarlo...En esos pocos minutos aparecieron los vigilantes del metro, se dirigían hacia nosotros, yo bajé la mirada a medida que se acercaban, parecía que venían a ayudarme, sin embargo pasaron a mi lado, sin apenas reparar en lo que me estaba pasando, el pánico no me dejó soltar ni un gruñido...Se aproximaba un tren, toqué un pequeño botecito que siempre me acompañaba, asi que agarré con fuerza un spray antivioladores, lo saqué del bolso, me  volví y rocieé al individuo con él, no me dio tiempo a mirarle, solo corrí y corrí hacia aquel metro que me esperaba con las puertas abiertas.
Pude entrar al vagón justo en el instante en que el pitido anunciaba el cierre de puertas, entré dentro  y observé que la gente que viajaba dentro se apelotonaba frente a ventanas y puertas, me abrí un hueco y ví como los vigilantes se dirigían hacia el hombre al que acababa de rociar con mi spray antivioladores. El tumulto que se había formado  me impedía ver al sujeto que momentos antes me pedía de malos modos e insistentemente el monedero. Cuando entramos en el túnel los viajeros comentaban el suceso mientras volvían a colocarse en el vagón, unos hablaban de un posible desmayo, otros de un atraco, otros de un resbalón, yo conseguí controlar mis nervios, me senté, agarré el bolso fuertemente y cerré los ojos, decidí no pensar hasta llegar a mi casa. Me bajé en Alonso Martinez, mi reloj marcaban las once y veinticinco de la mañana, mi entrevista estaba concertada para las once en punto, de todos modos me presentaría, tal vez por una vez en la vida sonará la flauta para mí, y fuesen llamando con retraso, eso en el supuesto de que hubiese muchas candidatas y candidatos. Subí las escaleras mecánicas corriendo, miré el callejero que había en la salida del metro a la calle para ubicarme y me dirigí rápidamente hacia la calle Zurbano. El puesto que pretendia era el de  asesor finaciero en una multinacional, el personal de recursos humanos estaba ubicado en una oficina en esta calle.  Por fin llegué al edificio, entré, de frente había un mostrador y tras él un conserje que me saludó amablemente - ¡Buenos días, señorita! ¿Dónde se dirige usted?- Yo le sonreí,  leí la dirección del papel y el me indicó que subiera a la planta segunda.
Subí a la segunda planta siguiendo las indicaciones del portero. Apareció ante mí el departamento de recursos humanos de VIRSAFRAN&Asesores,  tras una gran cristalera se podía ver perfectamente a una  atractiva recepcionista atendiendo el teléfono, llamé al timbre de la puerta, ella me miró, me sonrió y me hizo un gesto con la mano para que empujase la puerta y pasara. Un vez dentro esperé a que la recepcionista acabará  con su gestión telefónica para ser atendida. A los pocos minutos, salió del despacho un hombre de unos cuarenta años, pasó a mi lado, al verme me sonrió y se detuvo ante mí:
-Buenos días, ¿deseaba usted algo?-me preguntó amablemente. Le miré a la cara y descubrí unos cautivadores ojos azules tras esa mirada.
- Tengo una entrevista con una señora que se llama Aurora Durán , es para cubrir un puesto de asesora en esta empresa- respondí con toda la seguridad que los nervios me permitieron.
- Pues, creo que llega usted un poco tarde, me parece que la entrevista ya ha comenzado...- constestó mientras dejaba unos papeles en el mostrador de la recepcionista- Mari Luz, cuando puedas llama a estos teléfonos que llevas apuntados aquí y cancela las citas para otro día- de nuevo se dirigió a mí- Bueno, no se apure, pasaré a hablar con Aurora, vamos a intentar que sea recibida- me sonrió, se giró y me instó a seguirle.
Me llevó por un pasillo todo de cristaleras, con despachos a ambos lados, unos estaban con las persianillas levantadas y otros con ellas bajadas, nos detuvimos ante una gran sala donde había unas doce personas sentadas ante una gran mesa, se trataba sin duda de la sala de juntas del departamento. El hombre llamó a la puerta, una mujer morena, con pelo corto mas bien madura, que se encontraba sentada en el frontal de la gran mesa, miró hacía la puerta, habló un momento con las personas allí presentes, se levantó de su asiento,se dirigió a la puerta, salió de la sala, el señor que me llevó hasta ahí habló con la mujer, ella me miró mientras conversaban, finalmente el señor se volvió hacia mí, me guiñó un ojo, se dirigió a mí y me dijo:
- Ha tenido suerte, espero que tenga la misma para que le den el puesto. Buena suerte- se dio media vuelta y se marchó hacia su despacho.
La señora morena pasó dentro de la sala, cogió unos papeles y volvió a salir, me miró por encima de las gafas de Versace que llevaba, volvió su mirada hacia la lista diciendo:
- Buenos días...ummmmm...VAmos a ver usted se llama...?- tardó unos segundos en volver a levantar la mirada- Se llama...Demi Alvarez Vidal...ummm es la única que falta...Asi que debe ser usted...No???- me preguntó.
Yo puse cara de circunstancias a la vez que le respondía:
- Buenos Dias, gracias...Sí, soy yo, siento llegar tarde, pero me ha surgido un problema por el camino...- ella me interrumpió.
- Eso no me interesa, ha tenido mucha suerte de que D. Ramiro la haya acompañado hasta aquí, dele las gracias a él, por que hoy es su día de suerte.
Suerte?...Había pronunciado la palabra suerte en relación a mi persona, si esa mujer supiera de mi ajetreada mañana, y todo por por culpa de aquel dichoso monedero de Loius Vuitton,  de momento el monedero seguía en mi bolso,  me asaltaba el temor  y la duda de que el tipo del metro me recordase o me hubiese seguido. Nuevamente la voz de esa mujer me devolvió a la entrevista de trabajo en que me hallaba en ese momento. me encontraba sentada al lado de ella, frente a mi encontré una carpeta y un boligrafo, ambos negros y con el anagrama de la empresa dibujado. Se dirigió a mí para presentarme y presentarse ella.
- Me presento de nuevo,   me llamo Dora Martinez, soy la directora de recursos humanos de esta empresa, y esta señorita aspirante al  puesto que ofertamos, por el cual están todos ustedes aquí, se llama Demi Alvarez Vidal...Bien, ya estamos todos y continuaremos el proceso de selección, empezaremos anotando cada uno en esa carpeta que tienen frente a ustedes, sus datos personales,  las aspiraciones que tienen ustedes en esta empresa, lo que pueden aportarnos, sus ilusiones y sus metas.- Nos miró a todos uno por uno y finalmente nos invitó a empezar.
Tomé mi boligrafo, abrí la carpeta y dejé que mi inconsciente hablara en aquel folio blanco de la empresa...
"Mi nombre es Demi, pero nada tiene que ver con la actriz Demi Moore, sino que me lo pusieron en honor a  la abuela de mi madre que,  se llamaba Demetria. Debo agradecer a mi padre  la ocurrencia de llamarme siempre Demi, un diminutivo con el que me siento muy bien y con el cual me presento  en todos los actos en que tengo que ser presentada...
Si quieren saber más de mí, como mis aspiraciones, mis metas y lo que puedo hacer por la empresa compruebénbelo por ustedes mismos contratando mis servicios, será una decisión muy acertada por su parte y no se arrepentirán..
Reciban un  saludo"
No tenía muchos ánimos, ni inspiración para escribir, y terminé pronto.
Un móvil alborotó el silencio sepulcral que se respiraba en aquella sala. Sentí la mirada de los allí presente sobre mi persona. El tono conocido como: Palomitas de maíz,  crecía y aumentaba su volumen  con cada segundo que pasaba, la directora del grupo me  petrificó con su mirada, se apartó un mechón de su corta melena de la cara mientras se dirigía a mí.
- Puede usted salir fuera y atender el teléfono...Por favor- me dijo la directora del grupo- Ah, y...si ha terminado usted de escribir lo que les he indicado, se puede marchar y ya nos pondremos en contacto con usted, siempre comunicamos si han sido seleccionados, quedan en la bolsa de trabajo o quedan fuera.- Sin parpadear se despidió de mí.-Adios. Buenos Días.-
-Buenos días, gracias a todos- Me despedí de todos los allí presentes, ellos me observaban atentamente. sentía sus miradas de reprocha por todas la interrupciones.
Salí a toda prisa de aquella jaula de cristales impolutos, rebuscando en mi bolso el móvil, pero como ocurría cuando una quería callarlo, palpé la bolsa del maquillaje, las llaves, la libreta, mi monedero, el monedero de Loius Vuitton...De repente volvió a mi la angustía sufrida en la estación del metro. El móvil dejó de sonar

6/14/2011

Capítulo I. La extraña mañana

Nunca pude imaginar que acabaría siendo una adicta a la seda dental, aquella mañana la necesitaba como si de una droga se tratase, no podía acudir a una entrevista de trabajo con  restos del desayuno entre los dientes. Miré le reloj, apenas disponía de unos diez minutos para vestirme y salir por la puerta hacía mi tropecienta mil entrevista de trabajo. Me dirigí hacía mi habitación, abrí el último cajón de mi mesilla de noche y saqué ese  par de medias nuevas que me habían costado un ojo de la cara, las extendí en el aire y comenzé a ponermelas. Dejé el albornoz sobre la cama. Me miré al espejo y pensé que tal vez antes de morirme de hambre podría utilizar ese cuerpo que dios me había dado para alimentarme. Sacudí entre risas esa idea de la cabeza. Abrí el armario para buscar el traje de las entrevistas de trabajo. El traje en cuestión lo había comprado en unas rebajas del Corte Inglés hacía al menos tres años, a lo mejor esta vez tenía la suerte de mi lado y dejaba de ser eso, el traje de las entrevistas para pasar a ser uno de mis trajes de trabajo. Me puse el pantalón negro a toda prisa, abotoné la chaqueta de rayas y fui en busca de mis zapatos de tacón; zapatos únicos y reservados exclusivamente para las ocasiones especiales, y esta era una buenísima ocasión para usarlos. Una última mirada en el espejo de la entrada. Estaba perfecta. Mientras rebuscaba en el bolso las llaves, encontré una cajita blanca muy familiar, allí estaba la ansiada y buscada seda dental, miré el reloj y aunque ya era un poco tarde, no dudé en pasar al baño y darme una pasadita por mis dientes con el hilo dental. Ahora ya si estaba lista para enfrentarme al injusto mundo laboral que, rehusaba mi experiencia profesional una y otra vez.
Me monté en el ascensor, presioné el botón del sótano, pero la cajita voladora decidió invitarme a un paseo vertical, aparecí en el piso décimo, volví a meterme dentro del ascensor y pulsé el piso primero, noté que esta vez si bajaba, de pronto volvió a detenerse, pero inmediatamente se puso a funcionar  y no me dio tiempo de abrir la puerta, continuó bajando hasta que se detuvo en el piso tercero, el miedo fue mi compañero en este extraño trayecto asi que, abrí la puerta y bajé los pisos  que quedaban hasta el portal andando.
Cuando salí a la calle sentí como el olor del aire fresco envolvía la mañana. Andé hasta la parada del autobús y me senté a esperar..
En aquella espera estaba acompañada por gentes muy diferente. Sentado  se encontraba un señor ya cercano a la jubilación, una  mujer de unos cuarenta años con un niño y un joven con una mochila. El hombre mayor lucía un abundante y cuidado pelo blanco, me sorprendió el hecho de que un hombre entrado en años no tuviera la coronilla sin pelo o entradas en la frente, vestía  impecablemente, tal vez como lo hacía desde su juventud, con camisa blanca, chaqueta de punto fino en color gris, sujetaba sus pantalones con unos llamativos tirantes rojos; pantalones que llevaba subidos casi hasta el sobaco dejando a la vista unos clásicos calcetines blancos de tenis con sus dos rayas, una roja y otra azul marino, en esos momentos en que andaba absorta en mi observación sobre el caballero, llegó el autobús. En primer lugar subió la mujer con el niño, después yo,  y tras de mí el resto de viajeros. incluido el caballero de los tirantes, quien se sentó  en la parte de atrás, muy cerca de mí. Saqué de mi bolso un folleto del carrefour que había cogido el día anterior de mi buzón que me serviría para hacer más ameno el trayecto en autobús. De repente  sentí que algo me  golpeó en la mejilla y casi se me mete en el ojo, Pensé que sería un insecto cualquiera que había chocado conmigo, pero un ruidito acompasado y muy familiar, algo así como un clack, clack, clack llamó mi atención hasta el punto que dejé a un lado el folleto del carrefour para buscar la fuente de semejante clacketeo, en mi busqueda de nuevo algo chocó contra mi pecho, se trataba de algo entre amarillento y blanco, horrorizada decubrí que se trataba del fragmento de una uña, inmediatamente me dí la vuelta y ví como el señor del cabello blanco entretenía su trayecto de autobús cortándose las uñas con su cortauñas. El chico de la mochila que se sentaba en la fila de al lado, me miró y explotó con una carcajada. Me levanté y me fui a la otra punta del autobús dudando entre la sorpresa y la indignación  lanzando una serie de palabras nada agradables dirigidas al señor del cabello blanco, quien continuaba con su labor como si estuviese en el baño de su casa. Miré a mi alrededor, observé que  poco a poco la gente nos ibamos apelotonando cerca del conductor alejados de los proyectiles de adn muerto que salían disparados hacia cualquier lado en unos cuantos asientos a la redonda.  Me apeé en la siguiente parada para tomar el metro , quedándome con  la duda sobre el final del asunto. Me hubiese gustado ver por mí misma, si también el hombrecillo estaba dispuesto a cortarse las uñas de los pies en el autobús, y solté una carcajada, ahora me reía, pero casi vomito cuando descubrí que  aquello que saltaba y chocaba contra mi persona. no era un insecto, o arena, sino un repugnante pedazo de uña amarillenta de alguien un poco guarro. Ahora esperaba a cruzar el semáforo para encaminarme hacia el metro.
Esperar que le semáforo se pusiera verde para los peatones no era algo habitual en mí, normalmente solía cruzar la calle sin atender al semáforo, más bien cruzaba la calle cuando no aparecía ningún vehículo  que pudiese atropellarme,  nunca utilizaba  los pasos de peatones para atrevesar la carretera, siempre  pasaba al otro lado por donde me venía bien, pero en esta ocasión un policia municipal nos hizo esperar y nos dió paso  a todos los peatones cuando el muñequito del semáforo se puso en verde. Comencé a caminar de nuevo hacia el metro y miré el reloj para comprobar que tal iba de hora,  me peercaté de que llegaría tarde a la entrevista, en esos momentos sentí que alguien me agarraba del brazo, el corazón me dio un vuelco, el temor desbocó mis pulsaciones en esos pocos segundos,  me volví y comprobé entre asutada y sorprendida que era el policia municipal quien sujetaba mi brazo.
- Buenos días, señorita- garraspeó como si le diera apuro dirigirse a mí- Se le ha caído esto cuando cruzaba el semáforo- El policia me entregó un monedero, se despidió y se dirigió de nuevo a su puesto para continuar dirigiendo el tráfico. La sorpresa sumada al susto me dejó paralizada entera,  sin reacción,  sin poder  emitir sonido alguno y sin ni siquiera  poder constestar al policia para decirle que aquel monedero monograma y multicolor de Louis Vuitton no era mío. Allí, aún pretrificada por el susto, miré la hora,  suspiré, era demasiado tarde como para perder más tiempo en  perseguir al policia y explicarle que ese monedero no era mío. Seguí caminando deprisa hacia el metro mientras pensaba que cuando saliera de la entrevista, llevaría ese monedero a comisaría para que se lo entregasen a su verdadera dueña, o mejor, yo misma me pondría en contacto con  ella. Guardé el monedero en el bolso sin molestarme en mirar su contenido, el tiempo se me echaba encima y no quería perder la oportunidad que se me presentaba para trabajar de nuevo...
¡Voy a llegar tarde! pensé mientras miraba de nuevo el reloj,  en esos momentos recordé el conejo blanco de ojillos rosados del cuento de Alicia en el país de las maravillas, aquel conejo no hacía otra cosa que mirar su reloj y repetir la misma frase que yo, entonces comprendí la inquietud y  el agobio que la falta de tiempo  hacia sentir a este  personaje del cuento,  al menos eso era lo que me ocurría a mí.
Por fin llegué a la estación, saqué el billete de la máquina y lo pasé por la entrada, miré los paneles informativos y bajé hacía el andén correcto. De nuevo tenía que esperar unos minutos; minutos que eran vitales para mí, no me senté, me puse a pasear de un lado para otro como terapia para calmar así los nervios que se habían apoderado de mí cuando el policia había sujetado mi brazo, este recuerdo trajo a mi memoria el monedero que me había entregado el policia, me asaltó una curiosidad enorme por ver que contenía esa cartera. Metí la mano en el bolso en su busca y después de unos segundos de revolver entre todos aquellos objetos que contenía mi bolso, rocé algo que podría ser la cartera,  lo saqué y efectivamente allí estaba  tan divertida y colorida, jugaba con la  marca Louis Vuitton, y con dibujos clasicos de esta casa , la acaricié para comprobar si era auténtica, y efectivamente  parecía de piel, si era una Louis Vuitton auténtica debería de andar por los seiscientos o setecientos euros, también podría ser una buena falsificación. En este instante los paneles luminosos anunciaban la llegada de mi metro al andén, volví a guardar el monedero en mi bolso. Se abrieron las puertas del metro y entré al vagón mirando de nuevo el reloj...


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